Sale temprano, toca trabajar.
Sube en el metro, atestado ya,
de gente que, como él, va en 'automático'.

Otea el ambiente con curiosidad,
entre el tumulto, esperando encontrar,
un cruce de miradas que le saque ya de la rutina.

Pero no despierta ningún interés.
No llama la atención, es solo una sombra
en medio de la niebla.

Regresa a casa siempre puntual.
Comida rápida para cenar,
y enfrente del portátil inicia su evasión.

Pasa la noche en el mismo chat,
y se disfraza de otra identidad,
buscando alguna amiga a quien confesarle su agonía.

Le dan las tantas frente al monitor.
No quiere abandonar la única razón
que le motiva.

Y tú, que no quieres dormir,
te enfrentas de nuevo al reloj,
mirando como el tiempo se te escapa.
Y mientras tú, enganchado a la red,
vas persiguiendo una ilusión,
confiando en que algún día cambiará tu suerte.
Vives un mundo paralelo, y no sabes vivir.

Por la mañana siempre está fatal.
El sol le ciega con facilidad,
y el cielo abierto le ahoga sin remedio.

Echa de menos a su ordenador,
con él se siente un conquistador.
Y cuenta los minutos
para sumergirse en su aventura.

Para él ya no hay mayor preocupación.
Prefiere navegar a sentirse
como un ser vulgar.

Y tú, que no quieres dormir,
te enfrentas de nuevo al reloj,
mirando como el tiempo se te escapa.
Y mientras tú, enganchado a la red,
vas persiguiendo una ilusión,
confiando en que algún día cambiará tu suerte.
Vives un mundo paralelo, y no sabes vivir.