Me estoy acostumbrando a tumbarme en el sillón,
observando cómo el mundo se derrumba alrededor.
Me estoy acostumbrando a pasarme de estación,
a dormirme en los laureles, a correr sin dirección.

Me estoy acostumbrando a aguantar la soledad,
a vivir en los tejados, a inventar la realidad.
Me estoy acostumbrando a sentarme en un rincón,
a pasar inadvertido, ser cola del pelotón.

Pero en mi mente hay una guerra sin cuartel,
que me muestra tu mirada aunque no estés.
Si no regresas, esta vida no la puedo concebir,
y es que de algo estoy seguro:
No puedo acostumbrarme a estar sin tí.

Me estoy acostumbrando a vivir en el rencor,
a saltar de charco en charco, a empeorar la situación.
Me estoy acostumbrando a beber para olvidar,
a quemar todas mis naves, a volver a naufragar.

Pero en mi mente hay una guerra sin cuartel,
que me muestra tu mirada aunque no estés.
Si no regresas, esta vida no la puedo concebir,
y es que de algo estoy seguro:
No puedo acostumbrarme a estar sin tí.

Me estoy acostumbrando a rendirme y claudicar,
a llorarte en silencio, a volver la vista atrás.

Pero en mi mente hay una guerra sin cuartel,
que me muestra tu mirada aunque no estés.
Si no regresas, esta vida no la puedo concebir,
y es que de algo estoy seguro:
No puedo acostumbrarme a estar sin tí.